sábado, 29 de noviembre de 2014

Roba gallinas

Con la llegada del Estado de Derecho a nuestro país, las leyes parecieron laxas.  Había gente que pensaba que la autoridad ya había dejado de existir. Vivíamos con la preocupación de no saber si se había dado la orden de no meter a los delincuentes en la cárcel: “la policía nada puede hacer”,  “entran  por una puerta y salen por la otra”, se decía.

Fueron años agitados para la seguridad ciudadana: el trapicheo callejero de drogas, la rotura de cristales de coches para el robo de radio casetes, el tirón de bolsos o colgantes a los transeúntes etc. eran noticias habituales en la prensa y en ocasiones era motivo de cierta alarma social.

Una parte de la sociedad pensaba que todo esto era lo que había traído la democracia: bandolerismo, falta de respeto, pérdida de las buenas costumbres, inseguridad, caos. Y otra parte pensaba que los pequeños delincuentes eran fruto de una sociedad injusta,  que éstos eran la parte débil por la que siempre se parte la cuerda,  que las leyes siempre protegen a los fuertes;  que todo tiene su origen en la desigualdad.

Pero, buscándole tres pies al gato: ¿Quién no ha oído hablar de los ladrones de guante blanco?  En aquellos tiempos seguían funcionando con sus métodos tradicionales y así han continuado hasta nuestros días sin dejar de perfeccionar el método. Se trata de esa especie de ave que se lleva hasta el polvo de las alfombras mientras que al conjunto de los mortales, mareados con tanto desconcierto,  les roban los ahorros, les hipotecan la vida o  les privan de lo poco a lo que tiene derecho obligándoles a vivir de la caridad. Para terminar pagándoles, además, entre todos, la cuenta de sus desfalcos.

Ahora vamos asimilando que no todos los delincuentes son víctimas de la desigualdad social (más bien la parte que maneja el gran cotarro pertenece a lo contrario: al buen nombre, a la gran familia, a la respetada persona de buenas maneras etc. – aunque esto ya se sospechaba desde hace algún tiempo-), ni todas las víctimas asumimos bien del todo quienes son los que mejor roban la cartera.
Por eso creo que una de los precedentes más trascendentales, insólito en la viejas costumbres,  que nos ha traído este siglo a pesar de los pesares ha sido lo que dijo hace unos días nada menos que el presidente del Consejo General del Poder Judicial: "La ley actual está pensada para el 'robagallinas', no para el gran defraudador"

La razón está donde se encuentra aunque a veces, aun teniéndola a simple vista, cuesta desenterrarla. Pensémoslo bien. Sin dejar de mirar por el retrovisor hay motivos para contemplar la vida con posibilidades.

Produce satisfacción saber que las piezas pueden ir encajando en el puzle y que además podemos verlo.


SALUD

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